La guerra comercial entre Estados Unidos y China
Donald Trump antes de subir a la presidencia de Estados Unidos avisó de que las políticas proteccionistas eran una fantástica idea. El principal objetivo de estas políticas es el de ganarse el voto de gran parte del país. Sin embargo, existen otros objetivos: reducir la competencia desleal, defender los empleos industriales e impulsar la economía local.
El 8 de marzo, el presidente estadounidense anuncia la imposición de aranceles a las importaciones de acero y aluminio, dejando fuera tanto a Canadá como a México. Posteriormente Trump amenazó a China con imponer aranceles por otros 100.000 millones de dólares. Lo que es seguro, es que Donald Trump tiene claro es la lucha contra el déficit exterior, es decir, reducir las diferencias entre las importaciones y las exportaciones, que supera los 500.000 millones de dólares cada año.
Hay muchos expertos que defienden que el presidente estadounidense no quiere incurrir en una guerra comercial, sino sentarse a negociar con el presidente de China. A Estados Unidos, en primer lugar, no le conviene la imposición de aranceles en sus importaciones. Tanto es así, que el día siguiente al anuncio de estos aranceles se produjeron notorias caídas tanto en Nasdaq como en Dow Jones.
Por otra parte, el mercado laboral de los EEUU vive su mejor momento en casi dos décadas, con una tasa de desempleo alrededor del 4%, si bien se está dando un fuerte desabastecimiento del input más importante, la mano de obra. Se da esta situación actualmente en el estado de Wisconsin, donde hay mucho empleo pero pocos trabajadores. Se calcula que en los próximos diez años en todo el país habrá alrededor de 8 millones de puestos de trabajo sin cubrir.
En conclusiones generales, la situación de Estados Unidos no es un problema que tenga tanta relación con China sino con las políticas económicas de Donald Trump.
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